Algunas mujeres el diablo las carga...

A veces creo que pienso demasiado. A todo le doy dos o tres vueltas de tuerca. Otras tantas no tengo filtro. Digo todo lo que pienso y la cuota de reserva, también.
No es que sea extremista, pero detesto los grises. Tampoco me cae bien la gente que los porta. O sea, esa gente que te contesta "puede ser", "seguro que si", "no se" y otras tantas frases mariconas que logran, casi implacablemente, ponerme de mal humor.
Si una película es buena, es "la mejor peli que vi en los últimos tiempos". Si me cruzo un bombón por la calle es "un despelote que me quería morir". Si estoy cansada es "quiero dormir 12 horas seguidas", y así sucesivamente durante las 17 horas del día que mis ojos están abiertos y mis sentidos a la caza.

Mis amigos dicen que soy extremista y la parte derecha de mi cama acota"no tenés límites...no parás...no te cansás?". De repente me doy cuenta que soy algo así, no se bien como explicarlo, como un poco militante de las cosas que me gustan. Y además mi terapeuta nunca me dijo que eso era perjudicial para la salud. Ni siquiera mi médico me advirtió sobre las contraindicaciones.

Cuando me angustio, lloro. "Mi andreita del boca", me bautizó alguien. Pero "lloro fuerte", como diría una amiga. Siento que se me estruja el alma y no puedo pensar en otra cosa. Hasta que me llama mi mamá y para no preocuparla dejo de llorar. Cuando corto, como buena geminiana, me olvido del mar de lágrimas, así que sigo con mis tareas como si nunca hubiese usado dos paquetes de carilina.

En fin, todo el prólogo era para decir que me cansé de la gente que por las dudas. Me cansé de los híbridos que no conocen los ahora o nunca. Me cansé de los pasado mañana.

Y sigo desconfiando hasta las muelas de los "después nos vemos".
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Acordarme: "Salir a cambiar el aire" presagia una resaca galopante el día despues.